Hace unas semanas, el Centro
Territorial de Innovación y Formación de Madrid capital organizó un curso
formativo dirigido a profesores de Escuelas oficiales de Idiomas titulado Nuevas teorías y metodologías para el
aprendizaje de una segunda lengua. Si bien algunas de las sesiones no se
adecuaron a las expectativas de los asistentes, en gran medida porque los
ponentes parecían subestimar los conocimientos del profesorado de segundas
lenguas, las reflexiones y las conclusiones fueron numerosas. Nos gustaría
destacar dos de ellas:
En primer lugar, se definieron (o redefinieron) las coordenadas
del lugar que ocupa la enseñanza de L2/LE en el vasto entramado multidisciplinar
correspondiente al estudio del Lenguaje. Dicho entramado integra áreas de
conocimiento dispares como la Etología, la Biología, la Cognición, la Neurología, así como aspectos históricos, socioeconómicos y lingüísticos. La
enseñanza/aprendizaje de segundas lenguas, y en última instancia de cualquier
materia, no es ajena a ese marco teórico multidisciplinar, muy al contrario, se
nutre de los resultados obtenidos en las diversas investigaciones sobre el Lenguaje. En una sociedad donde el conocimiento se articula en redes y se
caracteriza por su accesibilidad, y donde la divulgación científica está a la
orden del día, el profesor de L2/LE debería abandonar esa especie de ostracismo
voluntario en el que se encuentra para incorporar a su perfil formativo
cuestiones de naturaleza teórica relacionadas con el lenguaje, y desarrollar,
en la medida de sus posibilidades, la faceta de profesor – investigador.
En segundo lugar, se hizo evidente una incongruencia
bastante desalentadora, esto es, el anacronismo de la evaluación y de los
sistemas de certificación respecto de los principios básicos que regulan el
aprendizaje (asociados a aportaciones de
disciplinas como la Cognición, la Psicología o la Neurociencia, entre otras). Por
un lado, se aboga por una enseñanza diferenciada y se insiste en formar al
profesorado para su adecuada gestión en el aula, y por otro lado, se imponen
pruebas de certificación estáticas y uniformes, alejadas de la heterogeneidad
presente en las aulas. Para cuando la certificación de competencias
lingüísticas, a nivel institucional, esté a la altura de una práctica docente
coherente con los actuales principios básicos de aprendizaje, tal vez nos
encontremos con anacronismos de otra naturaleza.